martes, 22 de mayo de 2018

El trabajo del terror



Carlos iba todos los días  a trabajar al cementerio de Avellaneda, era el cuidador. Siempre iba y volvía caminando, ya que vivía a pocas cuadras de allí.
 Una noche lluviosa de mayo, Carlos estaba vigilando el cementerio cuando de un segundo al otro se cortó la luz. Estaba acostumbrado, ya que estos cortes se provocaban por un salto de térmica. Al parecer no eran las térmicas, sino un corte general. Carlos estaba obligado a quedarse cuidando el cementerio, entonces se puso a escuchar música.
 A medianoche se escuchó  un trueno que retumbo en todo el cementerio. Asustado y nervioso, se sacó los auriculares y comenzó a vigilar con una linterna. Parecía que estaba todo bien, hasta que comenzó a escuchar gritos. Al principio se escuchaban a lo lejos, entonces supuso que venían de afuera, pero cada vez se escuchaban más cerca. Nervioso, comenzó a vigilar más atento. De pronto, chocó con algo: y era una caja con agujeros en la tapa. La agarró y la llevó hasta su cabina.
 Luego de una caminata rápida, abrió la caja. Al levantar la tapa, vio una cosa peluda: era un peluche, como un pequeño osito. A Carlos le gustó, entonces se lo quedó y lo dejó arriba de la mesa.
  Ya eran casi las tres de la mañana, cuando Carlos salió a dar una vuelta por el cementerio.
 Cuando volvió vio al peluche en otro lugar. No le dio mucha importancia, y comenzó a escuchar música de nuevo. De pronto, escuchó que le tocaban la ventana dos veces, se sacó los auriculares y no vio nada.
   Luego de unos cinco minutos, volvió a escuchar que tocaban la ventana. Ahora asustado, se sacó los auriculares  y nuevamente no vio nada. Pero esta vez, no estaba el peluche. De pronto comenzó a escuchar llantos muy fuertes que parecían venir del cementerio. Entonces, salió a ver de dónde venían los llantos. Pasó por donde estaban los enterrados, pero seguía escuchando los llantos a lo lejos, luego pasó por los nichos y también se seguían escuchando a lo lejos.
  Por último, llegó a las bóvedas y comenzó a escuchar más  cerca los llantos. Luego de unos minutos llegó al lugar de donde provenían los llantos: era la bóveda de la Familia Blumer, la familia más rica del distrito. Miró a través del vidrio y vio una silueta. Parecía la  de una niña. La miró detenidamente y reconoció que era una de las niñas de la familia Blumer, que estaba sosteniendo algo. Era un peluche, su peluche, el que se había encontrado en la caja. El peluche no era tierno como el suyo sino que su cara inspiraba miedo y le brillaban los ojos.
   De repente, escuchó un grito y casi sin respirar, se dio vuelta. Vio una cosa peluda gigante: el peluche estaba endemoniado. Carlos comenzó a correr por el cementerio y,  mientras escapaba del peluche, pensaba que quizás se estaba volviendo loco, que era todo producto de su imaginación; pero rápidamente lo desechó.
 Corrió por todo el cementerio  hasta que se detuvo en los nichos ya que no aguantaba más. Se tiró contra la puerta para perder de vista al peluche, pero este lo vio y comenzó a avanzar hacia él. Carlos trató de moverse, pero su cuerpo no se lo permitía, ya casi no tenía aire. A pocos centímetros  de Carlos  el peluche se detuvo  y susurrando le dijo: Tu trabajo te trajo hasta tu destino final. En ese momento, Carlos sintió como penetraba el cuchillo en su corazón y pocos segundo más tarde, Carlos murió.